27 septiembre 2011

¡La derecha, la derecha!


No quisiera que se interpretase el texto de ayer como una llamada a la abstención. Si no me equivoco, esa es la estrategia del partido del gobierno: reducir la ventaja del contrario ante la seguridad de no poder ganar, y no otra parece la génesis del movimiento de los indignados, puestos a pensar mal; y pensar mal de los fenómenos políticos, al contrario que de las personas, no es falta de caridad, sino prudencia de ciudadano. Cuál es el mensaje de ese movimiento, lo hemos dicho aquí otras veces: la culpa no es del gobierno, sino del sistema.

Pero sí conviene advertir siempre, ante la inminencia de unas elecciones, de las efectivas lacras de ese sistema: el propio movimiento de indignados pudo haber llegado a ser lo que parecía, es decir, una corriente en pro de una democracia más auténtica cuanto menos reducida al ritual de hacerlo (como ironizaba La Trinca) cada cuatro años, es decir, que promoviese el poder de la sociedad civil frente a los partidos; esa democracia que ellos llamaban real por el poder del anglicismo (democracia real es la que hay), pero que, ya de ponerse estupendos, podían haber llamado con otro adjetivo muy de moda, integral, como el humanismo integral que predicaba Maritain.

En definitiva, que me planteo la conveniencia de haber sacado ese texto justo en un momento en que las masas parecen menos manipuladas porque votarán conscientes de que cualquier cosa es preferible a esto. Como en aquel chiste de Hermano Lobo, ante la requisitoria del gobierno: "nosotros o la derecha", la gente grita: "¡la derecha, la derecha!", a pesar de haber sido instruidos para ver en la derecha poco menos que la peste.

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