31 julio 2011

El principio de Eva


La igualdad forzada entre los sexos es una de las banderas del nuevo socialismo. Es un camino tal vez más seguro hacia la sociedad-colmena que los viejos principios de la lucha de clases o la dictadura del proletariado. Que se trata de eso, de algo forzado por una ideología, es lo que trata de mostrar Eva Herman en este libro, aunque ella nunca se refiere al socialismo, sino al feminismo, que es su franquicia más activa y la encargada de apisonar el concepto de familia como paso previo a la utopía.

Herman nunca se presenta como agente de un movimiento contrarrevolucionario, por así decir, ni partidario de ningún tipo. De hecho, no lo es. No es sino una mujer que ha salido escaldada, como tantas otras, del experimento feminista, y se ha puesto a pensar. Lo cual, como sabemos, trae consecuencias funestas en esta democracia en que vivimos. Tres veces divorciada y presentadora de telediario nacional, no parece el arquetipo de mujer conservadora que sale en defensa del orden tradicional. Pero el número de fariseos es infinito, como el de los tontos, y no tardaron en montarle un precioso linchamiento acusándola de nazi. Era de prever.

Y, sin embargo, lo que afirma en su libro es de una sencillez aplastante. El feminismo demonizó al hombre al tiempo que trataba de que la mujer lo imitase, lo que ha redundado en la pérdida de la identidad de ambos, pero el resultado ha sido mucho más destructivo para la mujer, privada de la felicidad que siempre ha anhelado como parte de su naturaleza femenina, es decir, la que llega como consecuencia de una entrega a los hijos por encima de cualquier aspiración al éxito profesional. Hechos, no teorías; pensar con la cabeza, no con esquemas. Es lo que hace esta mujer que ha visto al rey desnudo y lo ha dicho.

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