24 marzo 2011

El caballero de la resignación


Resignación es palabra poco generosa, como bien sabemos. Pero en este caso no implica abulia, ni es un pretexto para no actuar. La corona pesa sobre Radu-Negru, el príncipe de Valaquia, y su contacto con Venecia le va a hacer considerar seriamente el quedarse allí a compartir aquella dorada molicie. Pero comprende que está llamado a combatir a los turcos, que ya han puesto el pie en su reino y amenazan de nuevo a la Cristiandad. Se trata de "resignarse a la libertad", como dice la dedicatoria: abrazar la misión que uno tiene asignada, aun pudiendo optar por una existencia aparentemente feliz.

Estos venecianos dispuestos a entenderse con el turco y a no ver sus intenciones hostiles reflejan poco disimuladamente a los europeos del 45 que, hundidos también en los oropeles, coqueteaban con el monstruo totalitario al que habían entregado ya media Europa. Pero podemos leerlo también en clave actual, con la amenaza islámica como fondo y con una Europa amariconada que se diría un inmenso harén a la espera de su dueño. No sé si Vintila Horia llegó a percibir, en sus últimos años, ese cambio en el rostro de la barbarie. Pero el valor de la fábula permanece.

Nota redactada en mayo del 2010

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