18 diciembre 2010

Son pocas las mujeres que se atreven a admitir


que su familia está en la miseria. Es frecuente que el problema no sean las deudas, sino un descarrilamiento del plan de vida. Nos las encontramos a diario en el parque infantil, el supermercado, la piscina infantil: mujeres que afirman valientemente que les excita trabajar en su empleo supuestametne interesante. Mujeres que juran que se aburren en casa y que los nuevos desafíos las divierten. Pero cuando levantas ligeramente esa bonita superficie, cuando insistes con las preguntas, suele revelarse una tragedia: la madre tiene que trabajar porque si no lo hace, no se llega a fin de mes; los niños son abandonados o despachados; por las noches, la familia agotada se sienta en silencio delante del televisor. ¿Vida en familia? Ni rastro de ella. Pero hay un coche nuevo delante de la puerta y las próximas vacaciones están aseguradas: todo gracias a mamá. [...]

La que admite que esa vida es demasiado esforzada y supone una exigencia insoportable, la que manifiesta sus dudas acerca del número de horas que les dedica a sus hijos y por las noches se muestra además con su marido como una esposa amante es considerada una perdedora. Queda mucho más elegante hablar de la realización personal, y eso también vale para muchos hombres. "Lo necesitan": eso es lo que suelen contestar a las preguntas sobre la actividad profesional de su mujer, pero lo que en realidad quieren decir es: "Necesitamos el dinero." Hace ya tiempo que deberíamos haber acabado con esa mentira. Las mujeres - también nuestra sociedad- ya no soportan esa presión.

Eva Herman, El principio de Eva

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