16 junio 2010

Sentimentales

La parrafada de Bernanos, traída aquí el otro día, sobre los sacerdotes mediocres, iba a cuento de un amigo del protagonista que colgó los hábitos por una mujer. Y continúa nuestro hombre:

No me refiero al mal sacerdote. O mejor dicho, el sacerdote mediocre no es el malo. El otro es un monstruo. La monstruosidad escapa a toda medida común. ¿Quién puede adivinar los designios de Dios sobre un monstruo? [...] Estoy seguro de que mi desgraciado amigo no merece el calificativo de mal sacerdote. Supongo incluso que está sinceramente unido a su compañera, pues cuando le conocí era ya bastante sentimental. El sacerdote mediocre, ¡ay!, lo es casi siempre. ¿Será menos peligroso para nosotros el vicio que cierta insulsez? Se dan casos de reblandecimiento del cerebro. El reblandecimiento del corazón es mucho peor...

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