10 junio 2010

Pagamos cara, muy cara,

la dignidad sobrenatural de nuestra vocación. ¡Está siempre tan cerca lo ridículo de lo sublime! Y el mundo, tan indulgente de ordinario con los ridículos, odia el nuestro instintivamente. La necedad femenina es ya muy irritante, la necedad clerical lo es aún más que la femenina, de la que parece a veces un misterioso vástago. El alejamiento que tantas gentes sienten hacia el sacerdote y su antipatía profunda son cosas que no se explican sólo, como quiere hacerse creer, por la rebelión más o menos consciente de los apetitos contra la Ley y quienes la encarnan... ¿A qué negarlo? Para experimentar un sentimiento de repulsión ante la fealdad, no es necesario tener una idea muy clara de la belleza. Y el sacerdote mediocre encarna la fealdad.

Narrador y protagonista de Diario de un cura rural, de Georges Bernanos

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