22 enero 2010

Requiem para una mujer


El original dice "para una monja", y después de cerrar la última página aún me pregunto por qué. Imaginaba esta obra como más ligera que otras, más transparente en cuanto a su fondo. Sin embargo, los diálogos dramáticos que constituyen la mitad de ella son con frecuencia crípticos, y aunque uno termina haciéndose cargo de lo que ha sucedido, aprehender el sentido completo de todos ellos pide alguna que otra relectura. No sé si se la concederé.

Lo cierto es que Faulkner parece arrepentido de haber facilitado la lectura con estos diálogos, y le da por hacer preceder cada acto de una de sus espesas parrafadas. Puestos a aventurar razones de esta aparente (o más que aparente) capricho, lo más sencillo es pensar que quiere indagar en los orígenes remotos de la tragedia de Temple Drake y demás personajes. Así, Jefferson vendría a ser una vez más un microcosmos, donde los pecados de hoy se explican por las culpas de origen. Porque la culpa es, desde luego, la protagonista de este drama cuyos pormenores apenas se insinúan.

Nota redactada en diciembre del 2007

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