01 septiembre 2008

"Confieso que he leído": Urbina, in pace.

Lástima que la vida del hombre sea tan breve. Si diera tiempo, daría también ganas de leer todo, todo, y hacer un manual de Literatura (o un libro que no sea manual) fruto de lecturas verdaderas, reposadas, personales... Tal vez un equipo de hombres y mujeres honrados pudiera hacerlo. No lo sé. Haría falta también un Banco honrado, un respaldo económico generoso y amante de la cultura y de la verdad y de la belleza.

Cuando, a finales de julio, Ignacio Peyró publicó su panegírico de Pedro Antonio Urbina, le comenté: "¡qué susto!, pensé que era una necrológica". No lo era, pero la muerte debía de presentirse cercana, porque, en efecto, PAU (como sus allegados le conocían) murió el último día de ese mes.

Llega un momento, feliz, liberador, en que uno puede decir con toda paz que La Comedia de Petrarca es una castaña. Monumental, pero castaña... Llega el momento liberador en el que uno advierte que el cacareado Antonio Machado y su "sabiduría" filosófica, como la de don Pío en El árbol de la ciencia, es incluso inferior a un mal manual, que ni como pose se sostiene...

No he tenido la suerte de leer lo mejor de su obra de creación. Pero sus artículos de crítica, literaria o cinematográfica, resultaban encantadores. Ayer cayó en mis manos, como involuntario homenaje, la breve delicia de la que proceden estos párrafos, incluida en un volumen colectivo titulado Breve diagnóstico de la cultura española y uno de cuyos epígrafes reza "Confieso que he leído", lo que hoy suena casi a epitafio.

... he leído... a Francisco Ayala como quien lee a un clásico, no sé si mayor o menor, pero su lectura me despierta (como el vaho del eucaliptus) ese clima natural y cierto de lo clásico. También Rosa Chacel... Requiem por un campesino español es una pequeña obra maestra muerta. Muerta porque la activa el odio. Es algo así como si un cantante dedicara a su amada una canción que la define ofensivamente. Disgusta escuchar su buena voz, que se ensombrece por la rabia y el despecho... Nada, de Carmen Laforet, me impresionó vivísimamente cuando la leí poco desúés de su aparición. Pienso que, sin decirlo, me indicó el camino del escritor: hablar de lo que se sabe y se ha vivido, y hacerlo vida.

Uno puede compartir o no estos juicios, y de hecho a PAU le disgustaría que los aceptásemos sin crítica porque vienen de él. Pero nos enseñan lo que debe ser un lector independiente y sin prejuicios. Hay pocos, y encima se mueren, dita sea.

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