Podría haberse titulado “El señorito y sus tres primas”, ya
que se trata de la relación entre José María Bueno de Guzmán (¡!), solterón y
ricachón, y las hijas de su tío, de la primera de las cuales se hace amante
adúltero para pasar después a un frío desdén; de la segunda de las cuales se
enamora perdidamente sin conseguir que ella le haga el menor caso, es más,
cosechando solo una resistencia tan numantina como simpática; y con la tercera
de las cuales mantiene una especie de relación admiración/odio, ya que no amor.
Pero
Galdós prefirió
Lo prohibido,
sin duda para reírse un poco de esa aura de romanticismo con que se trataba el
adulterio en las novelas de su época. Aquí, el adulterio queda reducido a un
vicio propio de señorito malcriado, y la fidelidad, encarnada en Camila,
resulta tanto más simpática en tanto que José María nos ha descrito desde el
principio al personaje como una mujer frívola y despendolada, y a su marido
como a un triste patán. Todo esto es muy propio del autor, claro, y marca la
diferencia con los franceses y los rusos, tan graves a la hora de tratar este
tipo de cuestiones. José María llega a enfermar de gravedad a causa del rechazo
de Camila e incluso esta enfermedad nos parece un castigo como los antiguos, de
rodillas y cara a la pared, merecido por ser un chico malo, en lugar de una
tragedia estilo dama de las camelias (“Traviatito” llama a José María otro de
los personajes, mote que define bastante bien el tono de la novela).
Galdós ha elegido en esta ocasión la primera persona como
punto de vista narrativo, y eso hace que el lector tenga que matizar los
juicios que va emitiendo el protagonista, y creo que en este caso ese es otro
de los factores que hacen de esta novela un dechado de humor de la mejor
especie.
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