Álvaro Pombo ha elegido un punto de vista infantil, con claros propósitos humorísticos. Ingenuidad, fantasía, deseo de hombrear que contrasta con una visión esquemática del mundo, todo eso está ahí puesto por el autor con gran habilidad. Al punto de vista infantil se une el registro coloquial, con leísmos y otros localismos, dislocaciones sintácticas y parrafadas largas sin puntos y aparte. Las novelas en este plan, como Cinco horas con Mario o Duelo en la casa grande, no dejan de ser un poco torrantes, pero en este caso el humor se encarga de atemperar la monotonía de la elocución. El resultado convence.
El eterno femenino
es Elke, la chica alemana adoptada por una pariente, que deslumbra al Chino, el
primo del narrador, al que a su vez llaman Ceporro pero que en su propia
narración se erige en rey, con lo que completamos la explicación del título. Lo
de “contada por” es lo fundamental, ya que aquí no pasa nada que no le pase a
un chico corriente, pero nunca nadie, que yo sepa, se había adornado de este
modo utilizando la mente infantil; utilizándola solo en parte y sin intención
de que nos lo creamos, todo hay que decirlo, pues reconocemos al socarrón Pombo detrás de ciertas metáforas
audaces y de tantas ironías que lo son para el lector pero no para el relator.
Y algo que me agrada: una novela situada en la posguerra
civil sin sarcasmos estúpidos sobre las personas e instituciones del régimen (por antonomasia).
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