De esta Guía
espiritual de Castilla hizo Ámbito una edición de lujo, con buenas
fotografías de un señor llamado Miguel Marín. Me encontré en Maxtor unos
ejemplares nuevos de trinca a diez eurillos y salí con uno de ellos bajo el
brazo. Liquidación de restos de la extinta editorial, me explicó el librero.
El aspecto es de libraco bonito para adornar mesitas, pero
en realidad es un ameno ensayo, como todos los de Jiménez Lozano. No se trata
de un análisis exhaustivo de los templos de Castilla ni de una reflexión de
calado teológico, como puede llevar a pensar el título, sino más bien de un
repaso a la vida cotidiana de las “tres culturas” en la España medieval: un
concepto, este de las tres culturas, hoy puesto con frecuencia en irónico
entredicho pero que en la época en que se publicó el libro podía suscitar
entusiasmos. La interacción entre vida y arte, entre creencias e iconografía,
queda aquí plasmada de forma convincente. En su debe pondría cierta tendencia a
evocar los pecados cuando se trata de los cristianos (y me refiero sobre todo
al pecado de la Inquisición) y las virtudes cuando se trata de las otras dos
culturas, víctimas de aquella. Supongo que es también signo de los tiempos. Incluso
en las figuras de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, devociones del autor, lo
que más parece admirar son sus rasgos genéticos judeomoriscos.
Por lo que ese refiere a las fotografías, es curioso cómo el
paisaje de Castilla puede llegar a parecerse a una pintura de Tapies, y si no
véanse esas panorámicas compuestas de dos o tres franjas, suelo, cielo y a
veces nubes.
__