Las novelas de ciencia ficción tienen con frecuencia un
elemento de distopía, ya saben, ese tipo de relatos que nos muestran un mundo
sometido a un poder omnímodo y deshumanizador a base de aplastar derechos y
libertades, pero a menudo convencido de que hace lo mejor para la humanidad: “comunidad,
identidad, estabilidad”, era el lema de los dirigentes del mundo feliz de Huxley.
En el caso de El fin
de la eternidad, ese poder se ejerce desde más allá del tiempo, y se trata
de reencauzar acontecimientos para que resulten lo más inocuos posible: un cambio de realidad lo llaman. Eso está
reservado a una élite de funcionarios de la Eternidad agrupados en funciones
que son casi castas: computadores, técnicos, operarios y no sé qué más. Aquí Asimov se enfrenta a las aporías del
viaje en el tiempo, un desatino conceptual ya que el viaje como tal es en el espacio forzosamente, pero una idea
atractiva desde que Einstein o quien
fuese vinculó el espacio con el tiempo. Asimov
hace encaje de bolillos para lidiar con estas aporías, entre las que se incluye
la típica y chusca situación de encontrarse uno consigo mismo en el pasado.
Pero no llega a convencer, claro. El tiempo sería aquí lo más parecido a un río
en que cada punto es infinitamente cambiante, según aquello de Heráclito de que
nunca te bañas en el mismo río; de modo que una persona tendría infinitos
análogos en el mismo punto del tiempo. Una auténtica demencia.
La eternidad, ya se ve, aparece aquí como algo ajeno a la
metafísica, es decir, no es ni de lejos la morada de Dios o de los ángeles,
sino algo totalmente integrado en el universo físico, aunque la mayor parte de
los temporales ni siquiera sospechen su existencia. Pero tampoco convence, pues
esta eternidad acaba teniendo también su tiempo, que miden en fisioaños,
fisiohoras…
Y, como en otras distopías, el tinglado entra en crisis
cuando entra en escena el amor, prácticamente prohibido a los eternos. El
prota, un técnico llamado Harlan, se
propone nada menos que destruir la eternidad cuando ha de elegir entre ella o
su amada. Y ahí lo tenemos pensando que es el caballero andante que va a salvar
a la chica, ***SPOILER pero sí, sí…***
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