Leía hace poco que el PP expulsaba del partido a un
militante que había gritado “¡A casa, a hacer la cena!”, en un acto feminista.
Y me pregunto si el PSOE o Podemos habrían expulsado con la
misma celeridad a uno de los suyos que hubiera gritado “¡Curas a trabajar!” en
una iglesia, por ejemplo. Pero el hecho no deja de ser una ilustración, en
miniatura, de la génesis del movimiento feminista: unos que piensan que “hacer
la cena” es una actividad poco digna, y otras que se lo creen y siguen el
juego, un juego clasista y ridículo.