Onofre Bouvila tiene algo de Vito Corleone, o quizá Corleone
lo tiene de Bouvila, depende de con qué figura nos hayamos topado antes, en la
realidad o en la ficción. Si los Corleone de Coppola resultan estilizados, de
tal modo que pensamos en los gangsters reales como forzosamente más
cochambrosos, Onofre y su entorno no pierden nunca un cierto aire de peleles,
como para que no perdamos tampoco la sensación de que nos hallamos ante una
ficción. Este toque es muy de Mendoza (en lo poco que le conozco) y se halla
tanto en los nombres como en las situaciones. Tal vez sea este toque lo que le
otorga su sitio en el Olimpo narrativo español.
La protagonista, junto con Onofre, es, en efecto, la ciudad.
Otra cuestión es que esa ciudad sea realmente Barcelona, como la cuestión es si
Vetusta era en verdad Oviedo. Porque tengo la seguridad de que en la Barcelona
real hay, al menos, algunas personas capaces de actos de virtud…
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