¿No se ha dado usted cuenta, Bergson, cómo el cristianismo, una vez quitado lo sobrenatural real, se vuelve anodino? ¿Qué queda? Un moralismo respetable y bastante constriñente; un humanitarismo que parece que busca excusar a Dios de no haber suprimido las miserias humanas; un "solidarismo" simpático; una esperanza vaga en la mejora de los asuntos del siglo. Todo esto no es sólido, todo esto no es profundo. ¿Hay que desplazar a Dios en persona para enseñar esas banalidades virtuosas? Quite lo sobrenatural, el cristianismo es vacuidad.
13 enero 2017
Tan simpático como anodino, sí.
Jean Guitton en diálgo ficticio con Henri Bergson.
¿No se ha dado usted cuenta, Bergson, cómo el cristianismo, una vez quitado lo sobrenatural real, se vuelve anodino? ¿Qué queda? Un moralismo respetable y bastante constriñente; un humanitarismo que parece que busca excusar a Dios de no haber suprimido las miserias humanas; un "solidarismo" simpático; una esperanza vaga en la mejora de los asuntos del siglo. Todo esto no es sólido, todo esto no es profundo. ¿Hay que desplazar a Dios en persona para enseñar esas banalidades virtuosas? Quite lo sobrenatural, el cristianismo es vacuidad.
¿No se ha dado usted cuenta, Bergson, cómo el cristianismo, una vez quitado lo sobrenatural real, se vuelve anodino? ¿Qué queda? Un moralismo respetable y bastante constriñente; un humanitarismo que parece que busca excusar a Dios de no haber suprimido las miserias humanas; un "solidarismo" simpático; una esperanza vaga en la mejora de los asuntos del siglo. Todo esto no es sólido, todo esto no es profundo. ¿Hay que desplazar a Dios en persona para enseñar esas banalidades virtuosas? Quite lo sobrenatural, el cristianismo es vacuidad.