12 octubre 2015

Luis Alberto de Cuenca exhibió una de sus horas más bajas


 en una reciente entrevista radiofónica, curiosamente con motivo de un premio literario (otro).

 Para empezar, no supo definir a una mujer más que como maravillosa (alguien con quien acababan de hablar, creo, y de quien desconozco su relación con el poeta).

Luego recordó su preferencia por la línea clara en poesía: término inventado por él, según creo, y cosa que es fácil confirmar con la lectura de cualquiera de sus libros. No le gustan, explica, los enigmas y las complicaciones. Pero inmediatamente después se ponen a hablar de Machado y dice que don Antonio no es uno de sus referentes, sino más bien Juan Ramón y, de modo más cercano... Juan Eduardo Cirlot. Y uno se pasma: ¿es Cirlot ejemplo de línea clara en algo? Al menos lo que le conozco me resulta tan impenetrable como una película de Tarkovski.

Y para terminar, se define como escéptico. Lo cual tampoco es nada nuevo para quien le conozca, pero se podía haber quedado ahí. Lejos de ello, tal vez acuciado por el horror vacui ante el micrófono, se pone a repetir el tópico progre (¡él!, con tópicos progres) de que el escepticismo es lo que hace avanzar (no dijo en qué, simplemente avanzar), mientras que los que tienen creencias y dogmas son los que se estancan. Vamos, un pensamiento a la altura de cualquier famosete de temporada. Qué mal le está sentando la senectute. Estuvo más inspirado cuando compuso Caperucita Feroz.