El soldado Bucky Paige está desolado porque su mujer le
escribe diciendo que se ha enamorado de otro tío. Le deniegan el permiso para
ir a casa. Su amigo le lee la cartilla.
--Entonces ve allí de
todos modos. ¿Qué tienes en los extremos de tus brazos, nenúfares? –Levantó una
de las muñecas de Paige y la dejó caer de nuevo--. Te pusieron los puños aquí
para algo, ¿no crees? Lucha por ella. Tienes que pelear para separarlos. Tal
como yo lo veo, si no lo haces, eres un gallina. Probablemente el tipo ni
siquiera valga la pena. A mí me pasó algo parecido. Al principio de nuestra relación,
tuve que partirle la cara a un tipo que tonteaba con mi Sadie en el paseo de
Coney Island. Desde entonces –concluyó, dándose un puñetazo en la palma de la
mano--, no hemos tenido el menor problema. Todo lo que ella hace es quedarse en
casa y parir hijos.
En Cornell
Woolrich, Rendez-vous en negro.
La última frase puede parecer desafortunada: hablamos de una
mujer, no de un animal doméstico. Pero si ella se comporta como tal…
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