04 noviembre 2009

... que un maestro finés de escuela

A pesar de lo de ayer, Enrique, no me iré a Finlandia. El artículo dice también que los profesores, allí, cobran sobre todo en prestigio, pero para vivir con cierta holgura tienen que dar clases de refuerzo. Lo que repercute, por otra parte, en la calidad del sistema, pero deja a los pobres un poco como los viejos maestros de escuela del dicho popular: una fuerza viva mal alimentada.

Sobre lo que dice Altea, allí lo de la patada está resuelto: no se tolera a nadie que altere el normal funcionamiento de la clase. Esos, cuando los hay, van a currar a la cocina (hay siempre comedor escolar) o a realizar otros trabajos, pero aparte. O sea, patada, en efecto.

La contrapartida está en lo de Juan Ignacio: en efecto, muy buena educación, pero me pregunto cómo se evitará la escalada de suicidios en un país donde un embrión humano no es más digno de respeto que una lagartija. Así, lo de profundizar hasta las raíces y remontarse a las estrellas no dejará de ser, Ljudmila, una bonita frase. En fin, ya se ve que no se puede tener todo. Lo malo de España es que tenemos cada vez menos. Incluso de pelas.

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