Vintila Horia expone en este ensayo (primero su tesis
doctoral en Derecho) su característica idea acerca de los tiempos “buenos” y
los tiempos “malos” en la historia de la humanidad. Y lo digo así, de modo tan
simple, porque el autor me parece en esto demasiado simplista, en efecto. Desde
que Cristo vino a revelarnos el misterio del ser humano, la humanidad ha
oscilado entre épocas que se adherían a ese misterio y épocas que se apartaban
de él. Entre las primeras, la Edad Media, el Barroco y el Romanticismo; entre
las segundas, el Renacimiento, la Ilustración y el materialismo del XIX. Y es
así que Vintila Horia asocia a unas y a otras de modo inseparable los
rótulos que les correspondieron en la historia de la cultura, extendiendo, por
ejemplo, el nombre de humanismo a la Ilustración y al socialismo. Y esto
es lo que perjudica su visión del asunto, creo, porque de ese modo lo clásico,
o neoclásico, aparece asociado sin más a los tiempos “oscuros”, lo que resulta,
como poco, temerario.
La tesis del autor es que en la medida en que son
proclamados los derechos humanos estos mismos derechos necesitan más defensa, y
no por parte de quienes los proclaman. El hombre es “víctima de unos
instrumentos forjados a su favor desde el Renacimiento hasta hoy y transformados
con el tiempo en armas letales dirigidas contra su propio corazón” (página 21
de la edición de Emesa, creo que la única disponible). En el siglo XX, han sido
los novelistas los que se han erigido en resistentes a favor del hombre y
frente a los sistemas que supuestamente le iban a liberar. “El hombre ha sido
divinizado, pero ha perdido sus derechos, es como un ídolo encerrado en un
templo sin puertas ni ventanas. Un ídolo inoperante, al que dan vueltas como a
un maniquí o como a un robot los que lo han reducido a estas proporciones y
posibilidades. Su felicidad es la de Un mundo feliz, su libertad es la
de 1984, su futuro es el de Nosotros, siendo su sabiduría la de El
juego de los abalorios, elevada pero alejada de lo real , y su situación la
de Heliópolis y de Las abejas de cristal.”
Por supuesto, el autor tiene en mente una cuidada selección
de esa novelística, que es a la que dedica también su Introducción a laliteratura del siglo XX. Pero fue la idea expuesta en este libro, latente o
patente en los artículos periodísticos que publicó en los 80, la que despertó
mi curiosidad por la novela contemporánea cuando pensaba que era una colección
de excentricidades propias de gente con un hervor de menos. No es poco mérito y
por ello sigo manteniendo un altarcillo para Vintila aunque con la
madurez sea capaz de matizar sus tesis y ponerle unos cuantos peros.
__