11 febrero 2011

La puerta de paja


La novela arranca muy bien: el primer capítulo te hace esperar algo importante. Pero luego da demasiadas vueltas sobre sí misma para comunicar tan poco. El mensaje es tan evidente que me pregunto si no me he perdido algo más. La puerte de paja es la entrada a Roma, es decir, al cielo. Una vez cruzada, todo es vanidad, y si no se cruza, todo será vanidad, pero se habrá perdido lo fundamental. El mundo es una máquina regida por el azar, tal vez por el demonio (la figura de ese Plutón Barrabás también es muy transparente), que se complace en agitarlo para que vuelva una y otra vez a la misma situación, al imperio del pecado. Sólo más allá de la puerta de paja está la santidad.

Por eso me pregunto qué idea de ortodoxia tenía este Vicente Risco que decía que era heterodoxo en todo salvo en religión. Ese abandonar el mundo al azar y al demonio, sin posibilidad de redención, de redimir al menos la parcela que toca a cada cristiano, me resulta un tanto extraña, quizá muy propia de un Risco galleguista amigo del folklore paganizante, de un fatalismo muy relacionado con brujas y diablillos de toda laya, pero poco convincente como mero cristianismo, que diría Lewis.

Nota redactada en septiembre del 2010

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