05 diciembre 2009

El triunfo de Don Juan

No, no es un libro. María Isabel González Roncero define a Don Juan (el de Tirso) como "el hombre capaz de enfrentarse a Dios a través del pecado y lo hace de la forma más simple, desobedeciendo. Pero para ello hay que atreverse, porque el temor de Dios está en el fondo de su actuación que él sabe pecaminosa. Su pecado implica soberbia, pues es desobediencia a Dios y por él se convierte en un ser libre ya que puede hacer el mal si le place". (Per Abbat, 9)

En esta definición subyace esa concepción de la libertad como independiente de la verdad, es decir, de Dios, que Juan Pablo II condenaba en la Veritatis Splendor como una de las desfiguraciones de la moral en nuestro tiempo. Sólo hay una diferencia, quizá, y es eso de que Don Juan "sabe pecaminosa" su actuación. Por lo demás, en la medida en que nuestro tiempo ha erigido la libertad personal como único criterio de actuación, puede decirse que Don Juan ha triunfado al fin, lo que daría al personaje de Tirso un carácter profético.

Pero, ¿ha triunfado también en lo que es su característica más saliente en la memoria popular, es decir, su condición de seductor? Aunque no lo parezca, sí. Pues el efecto más cierto de ese uso vicioso de la libertad hoy entronizado no es otro que la burla de la mujer, a la que se le engaña con una presunta liberación mientras queda convertida en juguete del egoísmo del macho. Como decía Kinsey Millhone, el personaje de Sue Grafton, "no sé a cuántas prostitutas dejamos sin trabajo por repartir favores sexuales en nombre de la libertad. ¿En qué estaríamos pensando?"

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