12 julio 2009

Miscelánea caritativa

Habiendo leído la introducción de la encíclica Caritas in veritate, me doy cuenta de que Flannery O´Connor, en el texto reproducido aquí hace unos días, viene a expresar algo parecido. Separada de su fuente (de la Verdad, de Cristo), la caridad (que sería, así, sólo compasión, o sensibilidad) degenera, llegando incluso al horror. Recuerdo una tira de Sturmtruppen, de Bonvi, en la que dos soldados alemanes se compadecían de unos niños que lo habían perdido todo. El segundo soldado decía: "Sí, cuidado que dan pena... Hay que hacer algo por ellos... Vamos a matarlos".

Entonces, aquello era sólo una sátira del nazismo.

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Hace poco leía un folleto que hablaba sistemáticamente de un miembro del profesorado o un miembro del alumnado para referirse, obviamente, a "un profesor" o "un alumno" cualquiera, con indiferencia del sexo. Cuidaba el hombre, claro, de no molestar a los feministas y politicorrectos. Me da algo de pena (compasión, sí) cuando pienso que, a raíz de las iluminaciones de Aído, tendrá que hacer una nueva edición que diga "miembro o miembra del profesorado". Así es la vida.

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Recomienda don Enrique, para leer en verano, vidas de Cristo. Las que cita no me convencen: a Fernández Carvajal le leo sólo por devoción y de Pedro Antonio Urbina conozco momentos mejores (la de Martín Descalzo no la he leído, pero me consta que escribe bien). Puestos a recomendar vidas de Cristo, yo señalaría al clásico Pérez de Urbel (aquí una muestra) y a Frank J. Sheed, una delicia de lectura y un pozo de ciencia histórica.

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