04 febrero 2009

Los pasos contados (Memorias II)


"El mundo estaba ahí, y había que verlo", decía orgulloso Alberto Vázquez Figueroa al final de su autobiografía viajera. Lo mismo podría decir Fernando Vizcaíno Casas, aunque en su caso la perspectiva no sea la horizontal de los viajes por todo tipo de tierras sino la vertical del conocimiento de todo tipo de gentes. Si hay algo que sorprende, en efecto, en la vida del escritor valenciano, es lo amplio de sus amistades y relaciones. Aterrizado un día en Madrid para doctorarse en Derecho, no dejó pasar un día sin ser espectador de lo que podía ofrecerle la capital, primero, y España después, con frecuentes incursiones, también, en el extranjero, pero siempre predominando la relación personal sobre cualquier otro aprendizaje.

Este segundo tomo de sus memorias abarca desde 1950 al 75: veinticinco años intensos donde Vizcaíno se hizo un lugar, y lugar importante, en la vida madrileña, al tiempo que era testigo del desarrollo de la España de posguerra, un despegue económico, social y cultural que culminaría con la reforma política y la incorporación de España como miembro de pleno derecho de la Europa desarrollada. Y mientras destruye el tópico de la nación sumida en el oprobio y en la tiniebla de un régimen agobientemente dictatorial, él mismo se revela como el envés del franquista tópico, hombre ceñudo, intransigente, etc. Si ha habido un ciudadano desinhibido, abierto, cordial, que no rehuye el trato con gente de ideologías, clases y talantes diversos, ese ha sido el autor de ... y al tercer año, resucitó.

Nota redactda en febrero del 2004

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