21 diciembre 2006

Vigo es Vivaldi

A José Ramón Ayllón no le importa ser reputado como un gran novelista, sino que le lea el mayor número de gente posible, porque tiene muchas cosas que decir; más que muchas cosas, muy importantes. Por eso no le importa repetir un esquema trilladísimo, como este del cuento humorístico-sentimental con adolescentes de protagonistas. Los que nos dedicamos a esto de enseñar (o de intentarlo) sabemos bien que a los jovencitos les gustan esa clase de relatos que hablan de ellos mismos y de las vicisitudes de su triple relación con profesores, familia y amigos. Y José Ramón ha dotado a sus jóvenes protagonistas de un señorío de sí mismos y de un don de gentes que son raros de encontrar en los adolescentes, incluso en los de ficción, pero que constituyen un modelo a seguir, un modelo más ejemplar que el detective Flanagan, por ejemplo, y que los chicos de Martín Casariego. Esa Paula que, insultada por el gallito de la tribu, le mira con conmiseración "perdonándole la vida" vale un potosí. Y ahí es nada el Borja Arregui, con qué elegancia defiende la pureza de lo suyo con Paula ante las zafias insinuaciones de un gorila. Por cierto, que me gustó su manera de noquearlo: cabezazo la nariz y patada en los xxxxxx, casi simultáneas, y el tío patas arriba. Pero también sabe reconocer una metedura de pata cuando se la hacen ver, como su madre en lo del Belén. En definitiva, quizá José Ramón no sea Sánchez Mazas, pero Pedrito de Andía estaba necesitando una actualización.


[Nota redactada en diciembre de 2000. Desconozco la fortuna editorial del libro en la actualidad]


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