19 agosto 2013

El grito de la lechuza


A Robert le llaman loco, y Patricia Highsmith se pasa buena parte del relato haciéndonos sospechar que quizá lo esté. En el fondo, mantener esa incertidumbre (ese suspense) es una de las notas de todo buen narrador de thriller. Sólo que aquí, como en Crímenes imaginarios, la Highsmith abusa de situaciones anodinas, amenizadas con whisky, que desesperan un poco. Y como de costumbre, la tela de araña se va tejiendo en torno al inocente protagonista para terminar del modo más absurdo posible. Bueno, en este caso, para gozo del lector vulgar (como yo, quiero decir), acaban dando para el pelo al personaje más odioso.

Y no, Robert no está loco; tan solo es un pobre hombre y un imprudente de marca. Puedes verte en embrollos con mujeres sin buscarlo, pero quien busca encuentra. Esta es la historia de un depresivo que se casó con una arpía y al que le da por merodear por la casa de una jovencita sin más objeto que imaginársela feliz. Ese es su primer error, y el segundo, aceptar sus invitaciones e invitarla a su vez. Resulta que no todo era equilibrio en la joven de la ventana y que tenía uno de los novios más imbéciles de la novela negra. Y empieza la telaraña. No me parece una estupenda novela, pero con esta mujer siempre vuelvo a picar. Algo tendrá.

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