25 septiembre 2007

La desolación del suicida potencial


Si quiero bien, si quiero el bien para el otro -para cada uno de todos-, uso rectamente de la libertad que Dios me ha dado. Si quiero mal, no la uso, y me repliego sobre el amor necesario que me tengo a mí mismo (es el "egoísmo racional" de la posmodernidad), me reduzco a cosa, pierdo mi dignidad personal. El amor benevolente es la vida misma del alma, la vida del espíritu. La pérdida de ese amor es la muerte, es lo que el Apocalipsis llama la "muerte segunda", cuando se hace definitiva. Ese estado de "muerte espiritual" se experimenta psíquicamente como vacío e inanidad, impotencia, carencia de sentido, aherrojamiento y desolación: la soledad inmensa de un yo insustancial, errabundo, relativo sin punto de referencia, como reduplicación disolutoria de la relatividad. Es aquel "mi vida no tiene sentido" del suicida potencial.


Carlos Cardona, Ética del quehacer educativo.

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