Javier Cercas ha publicado un gordo volumen titulado Anatomía de un instante (cuyo contenido temo no conoceré en esta vida), sobre el momento en que Tejero manda tirarse al suelo a todo el mundo y sólo Suárez y otros dos permanecen sentados.
Lo que me llama la atención es lo que dice el tío de la solapa: "mientras las balas de los golpistas zumbaban a su alrededor". Olé tus compañones. Así se escribe la historia y lo demás son milongas porteñas. Se ve que Suárez estaba revoloteando por el techo del hemiciclo, que es donde fueron a parar las dos o tres balas que los asaltantes dispararon para amedrentar al personal.
Cosa que consiguieron sin más esfuerzo, dicho sea de paso. Cercas puede hacer toda la épica que quiera sobre aquello, que para eso es escritor; pero la verdad monda y lironda es que todo el mundo mordió el polvo a la primera y por el suelo se quedaron hasta nueva orden. Esa era la categoría del personal que se sentaba en el glorioso Congreso de los Diputados. Y si Suárez, Mellado y Carrillo no lo hicieron fue porque sabían a quién tenían delante y que sus vidas no corrían peligro alguno. Otra cosa habría sido si hubieran entrado los viejos camaradas del duque de Paracuellos, con él mismo al frente.
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