29 abril 2009

Cartas del Papa Celestino VI a los hombres


Leyendo esta deliciosa superchería literaria, como la llama su prologuista, se comprende cuál ha sido la principal influencia de Jesús Urteaga en ese libro que tanto nos entusiasmó a algunos en la juventud, El valor divino de lo humano. Papini, para no ser acusado de pontificar, se inventa un pontífice. En su boca pone los denuestos contra las lacras morales de nuestro tiempo, aunque se finge que se trata de una época imaginaria, muy parecida a la nuestra. El tono no es sólo censurador, sino que también invita a la conciliación, a inflamarse de nuevo en el fuego de Cristo para de este modo lograr la fraternidad universal. En el fondo, Papini no dice nada que no hayan repetido hasta la saciedad los pontífices de nuestra época, sólo que añade un tono polémico que está a años luz de la prudencia pastoral de estos. Es de destacar una idea: que la fraternidad cristiana no ha de venir instaurada por algún gobernante, sino que procederá de la conversión individual de los corazones. Insistencia muy oportuna en un momento histórico en que aún muchos fían el logro de una sociedad cristiana a los gobiernos o a los partidos. Los cuales, según Papini, se inclinan, sin distinción de colores, a favorecerse a sí mismos. En cuanto a la carta "a las mujeres", pocos textos habrá más políticamente incorrectos o contrarios a la nueva moral, hasta el punto de que cualquier profesor podría verse en graves problemas si lo difundiera entre sus alumnos (as).

Nota redactada en febrero de 1999

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