14 abril 2009

Tópico

Ahora vivimos en un mundo más inseguro. Es el precio de la libertad

(Titular de Mundo Cristiano en boca de Javier Rupérez)


Según eso, cabría deducir que la vieja Unión Soviética era el lugar más seguro del mundo. Otra es la experiencia del capitán Teodoro Palacios, cautivo en Rusia de 1943 a 1954:

Con lo que se va diciendo, el lector pensará que no existe, contra lo que se pudiera esperar de un régimen tan severo, orden público en Rusia. Y pensará bien. No es la severidad lo que mantiene el orden, sino las necesidades satisfechas de la población. A más necesidades no satisfechas, más bandidaje; a más miseria, mayor delincuencia.

La ausencia total de orden público constituyó para mí la mayor sorpresa al enfrentarme con la realidad de la Rusia soviética, como lo constituirá también, seguramente, para el lector.

El índice mejor, el termómetro más exacto para calibrar la tiranía en la URSS es la increíble desproporción entre la riqueza del país y la miseria de quienes lo habitan y lo trabajan. La riqueza del Estado se traduce en soberbias obras públicas -carreteras, canales, pantanos, puentes, túneles- y fábricas fantásticas, casi exclusivamente dedicadas a la producción de material pesado y de guerra. La miseria del país se traduce por ser Rusia la nación con el mayor índice de mendicidad y criminalidad. Los veinticinco o treinta millones de hombres o mujeres a que asciende la población prisionera de los campos de concentración no están todos encerrados por pura tiranía policíaca... La arbitrariedad, insistimos, no está en tener treinta millones de hombres encerrados en los campos de trabajo, sino en mantener unas condiciones de vida tales que hacen necesarios los campos de trabajo para albergar en ellos a treinta millones de seres, el ochenta por ciento de los cuales son, en realidad, bandidos.

(En Torcuato Luca de Tena, Embajador en el infierno. Subrayado mío)

Lo que dice Rupérez llegó a ser un tópico durante la transición. De mí sé decir que me siento menos libre cuanto más inseguro. Pero las excusas para la incompetencia son tan variadas como peregrinas.

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