03 abril 2009
Los demonios
No hace falta leer la introducción de Juan López Morillas (Alianza Editorial, 2000) para darse cuenta de que Los demonios es la confluencia de dos novelas, y que Dostoievski consigue la filigrana de engarzarlas sin gran violencia. Pero se advierte mejor si uno lee el capítulo rechazado por el editor en su día, y que López Morillas añade al final. En él vemos en todo su horror la personalidad de Stavrogin, el ateo coherente, que como tal comete toda clase de crímenes sin reparar en que aquello está mal (pues tal concepto carece de sentido cuando Dios no existe); pero ateo reflexivo, abocado sólo a las dos opciones de convertirse o suicidarse. Stavrogin se opone así a Verhovenski, figura más bien del indiferente, ateo por socialista e igualmente criminal, pero movido por interés y egolatría. Verhovenski viene a ser también el gozne entre las "dos novelas", pues nos introduce en el mundo de los nihilistas, con respecto de los cuales sólo cabe concluir que Dostoievski fue bastante optimista, pues pensó que, tras entrar en ellos los demonios de las nuevas ideas, se arrojarían al abismo como los cerdos de la parábola. No fue así, para desgracia de Rusia.
Nota redactada en enero del 2009
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