31 marzo 2009

Las guerras de nuestros antepasados


En 1975 la narrativa española estaba aún sumida en lo experimental. Delibes había echado su cuarto a espadas con Parábola del náufrago y, después de otro que podríamos llamar también experimento (El príncipe destronado, 1974, novela escrita desde un punto de vista infantil) aparece este título: una novela totalmente dialogada, en forma de entrevista entre dos personajes, salvo los informes del principio y del final. Al comienzo uno diría que se encuentra ante uno de esos cuadros costumbristas con crítica añadida, de los que tanto gusta Delibes; crítica, en este caso, en forma de alegato contra la exaltación de la guerra. Sin embargo, pronto nos damos cuenta de que es algo más. El personaje de Pacífico Pérez es más complejo de lo que podría parecer a simple vista. Y el diálogo no es un recurso gratuito, sino algo bien meditado por parte del novelista. Nosotros, los lectores, hacemos en cierto modo de psiquiatras, recibiendo las confidencias de Pacífico y reconstruyendo su personalidad a través de ellas. Somos, de algún modo, el doctor Burgueño. Creo que lo que más se agradece de la novela es esto, que el personaje no sea el típico gañán inocentorro ni cualquier otra tipicidad, sino alguien con un perfil propio. De todos modos, no puedo evitar que lo que más me guste sea la sátira de la mujer hippie representada por "la" Candi. De hecho, todo el volumen está atravesado por un humor del bueno. Los devaneos de Candi con Pacífico podrían pasar a las antologías.

Nota redactada en abril del 2003

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