Cuando oigo hablar de una película sobre terroristas me echo a temblar, porque es un hecho que el cine idealiza siempre, de un modo u otro, a sus protagonistas. Véase la última del Che. La reseña de RAF: Facción del Ejército Rojo me tranquiliza un poco:
Hay en esta película un retrato bastante cabal... de las clamorosas incoherencias y miserias de unos fanáticos empachados del espíritu de mayo del 68 y autoerigidos en mesiánicos libertadores de una opresión que consideran intolerable. Gente que solo cree en la democracia cuando se somete incondicionalmente a sus puntos de vista.
Sí, pero... Un vistazo al cartel me devuelve la incomodidad: ¿por qué las terroristas de la película tienen aspecto de covergirls? Todo el mundo sabe que las activistas de izquierda suelen ser unos callos abominables, a las que el odio acumulado añade fealdad. Me precio de adivinar, con un margen de error del 10%, la adscripción ideológica de cualquier política que me salga en la pantalla. Por más que a estas de la RAF me las presenten como asesinas ninfómanas, si resultan atractivas estamos predisponiendo a favor al espectador. Cuando la realidad es esta.
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