13 marzo 2009
Los templarios
Nunca agradeceremos bastante a Régine Pernoud sus desvelos en pro de la rehabilitación de la Edad Media, según muchos, época bárbara donde toda aberración tuvo su asiento. La orden de los Caballeros del Templo ha sido, durante mucho tiempo, piedra de escándalo por su supuesta malversación de los principios cristianos al hacerlos compatibles con la espada. El cristianismo nunca tuvo nada que oponer a la milicia y quien piense lo contrario es víctima de una típica hipocresía muy de nuestro tiempo, pero semejante a la del rey Felipe el Hermoso, que ocultó muy mal su envidia y su codicia de los bienes de los templarios bajo la acusación de herejía y sodomía. Es muy fácil, hoy día, realizar acusaciones equivalentes (racismo, discriminación sexual, etc.) para desembarazarse de algún enemigo incómodo o, al menos, desacreditarlo. El caso es que Régine Pernoud nos muestra a los templarios como lo que sin duda fueron: hombres entregados a Cristo bajo el doble carisma de la milicia y el monacato, sin ocultar las posibles corrupciones (humanos, al fin y al cabo) de algunos de ellos, poco probadas por otra parte, y que no empañan la conducta intachable de la mayoría. Su arresto y condena fue uno se los primeros brotes del absolutismo del poder real y de la entrega a él de buena parte de la jerarquía eclesiástica.
Nota redactada en noviembre de 1998. Hay una nueva edición que incluye el Elogio de la nueva milicia templaria de San Bernardo. De la que yo leí (muy mala) ni recuerdo la editorial.