no puede ser una isla, aunque en su cerebro alimente y cuide algo tan íntimo que nunca se hará palabra y es siempre amor. Decirle que la vida es siempre hermosa porque exige la lucha y el riesgo y ninguna cosa importante (absolutamente ninguna) nos es dada sin luchar por ella. Y que esta vida es más intensa, más extraordinaria capacidad de instante, cuando el hombre se sabe en el riesgo y no fijado al seguro que lo retiene. Era algo (¿recuerdas?) que te había explicado y constituía mi soberbia y mi vanidad... Por ello competía con los más jóvenes y te sentía Atenea dándome el vigor y la palabra....
Antonio Prieto, Carta sin tiempo