29 enero 2007

No era de los nuestros

Si algo parece quedar claro, gracias al buen hacer de Vidal Cadellans, es que Jaime Arias sí es de los nuestros: otro ser humano con las mismas vacilaciones, las mismas preguntas sin respuesta, idéntica falta de puntos de referencia. Sólo que él se decidió por la ruptura, mientras todos los demás optan por acatar unos valores en los que sólo creen por inercia.

Porque ese es el meollo: nos hallamos ante un panorama de crisis de valores. La moral cristiana está ahí, presidiendo la vida de todos ellos, pero sin arraigo en las conciencias. Contemplamos los frutos del proceso de secularización, llevado a cabo con paciente tesón desde unos cuantos siglos atrás. Vemos cómo la cáscara de unas creencias se cae lenta pero inexorablemente a medida que esas personas reflexionan: no porque no contengan un fundamento de verdad, sino porque ellos no lo conocen, ni por consiguiente vivían conforme a él. Incluso doña Paz, la madre, la más firme en sus convicciones, se nos aparece como juez rigurosa de lo que está bien y lo que está mal, olvidando (es su drama) que “si no tengo caridad, nada me aprovecha”; o ignorando, más bien, la manera de poner eso en práctica en cada momento. Por cierto: es un detalle por parte de Vidal Cadellans el tratar de comprender también a este tipo de personaje moralista y antipático, despachado tantas veces con tosca superficialidad. La novela vale, en fin, porque da la clave de lo que sucedió después en España: la ruina de un catolicismo oficial que tenía los pies de barro.


Nota redactada en junio del 2002. No era de los nuestros ganó el premio Nadal en 1959. Su autor, José Vidal Cadellans (1929-1960) es uno de los autores que el ex-crítico Manuel García-Viñó solía recomendar como alternativa saludable al estrecho socialrealismo vigente en aquellos años.

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