23 enero 2007

Carta sin tiempo

Sin tiempo, en efecto, porque el héroe que escribe esta larga misiva amorosa se mueve a través de él con más soltura que Bob Morane en su segunda época de agente espaciotemporal. Con más, sí: aquí todas las épocas están mezcladas, y nuestro hombre es al mismo tiempo Amadís, Garcilaso, el cautivo de Cervantes, Cervantes mismo... y un contemporáneo de Cole Porter o Ella Fitzgerald. Se trata de superar, es evidente, la barrera que el tiempo impone a la universalidad de ciertas creaciones literarias. Amadís podría haber escuchado una pieza de jazz cool mientras se reunía con Oriana, porque el hombre, y su sublimación en el héroe, es el mismo en todas las épocas. Bueno, al menos creo que por ahí van los tiros. Choca, sin embargo, que del siglo XX sólo coja esas melodías sensuales norteamericanas. Prieto debía de ser un fan. Debe de ser.

Por lo demás, la obra es muy de su tiempo (1975), quiero decir que se halla inmersa en ese modo de hacer que Jorge Llopis llama "forma embarullada", aludiendo jocosamente a esos experimentos narrativos tan de moda en la España del desarrollo. Hasta incluye dos fotos, inseparables de la novela, de antiguos tapices cuya alegoría se explica en el texto, y se permite fingir que Antonio Prieto no es más que el editor de una carta anónima, a la que pone notas y todo.


Nota redactada en abril de 2005. La novela fue editada por Magisterio Español y la compré de viejo. Me gusta leer cosas de esa época milagrosa en que todo se censuraba y todo se publicaba.