08 enero 2007

El proceso (de Kafka, ojo)

¿Qué puede decirse de original sobre una obra tan misteriosa como la de este hombre? Por lo menos, que me hubiera gustado conocerle personalmente. Aunque esto a veces decepciona. Ya se sabe que los escritores suelen ser más elocuentes en su obra que en sus palabras. En todo caso, mi impresión es la de una novela mucho más consistente que La metamorfosis, cuyo “argumento” me pareció no hacer más que alargar innecesariamente la situación inicial, resuelta quizá por Monterroso en una página. En un principio, El proceso parece una obra de estructura teatral, perfectamente representable como una de esas piezas que tanto abundaron en los 70 en España, de personajes esperpénticos y odiosos, como El tintero de Carlos Muñiz. Pero pronto adquiere mayores dimensiones: la inquietud y el agobio se irán apoderando del lector casi más que del protagonista, y es algo que hay que apuntar ocmo mérito del autor. Una inquietud que adquiere caracteres de pesadilla en algunos momentos, sobre todo en el penúltimo capítulo, cuando K. entra en la catedral, oscura y solitaria, y un cura pronuncia su nombre desde un púlpito deforme. La angustiosa parábola del centinela y el hombre que quiere traspasar la puerta de la ley acaba dejándole a uno sumido en meditaciones. Sorprende, por último, el tratamiento de lo erótico, reducido, con tremenda frialdad, a lo carnal. Ausencia de amor que está, quizá, en la raíz de la angustia del mundo kafkiano.


Nota redactada en mayo de 1999. Por entonces no imaginaba que siete años después protagonizaría la actualidad española otro proceso no menos kafkiano.

Hace poco vi la película de Orson Welles sobre El proceso. Tan de pesadilla como la novela. De lo mejor que he visto en adaptaciones cinematográficas... y no adaptaciones.