"Y otras experiencias literarias". Son ensayos de diversa índole pero todos centrados en el fenómeno literario, sobre todo en la novela. Y hay en Francisco Ayala una excepcional lucidez, tanto en los capítulos que tocan lo sociológico como en los que más propiamente dedica a la novela como obra de arte. Son muchas las ideas que podríamos subrayar y meditar. Es un placer leer, por ejemplo, que, por encima de los hechos relatados, el interés de una novela está en el elemento humano. "Quizá no sienten [interés] ninguno por los concretos hechos históricos allí referidos, pero sí por la humanidad revelada a través suyo (sic)". Yo no tengo empacho en reconocer que La Regenta es una novela de primera a pesar de que no reconozca en Fermín de Pas a un sacerdotre católico, porque el auténtico interés de la obra está en el choque de dos personalidades subyugantes como la del magistral y la de Ana Ozores. Miles de lectores tragan hoy embobados novelas como Cien años de soledad, Conversación en La Catedral o la propia Muertes de perro de Ayala, extasiándose ante el compromiso democrático del autor, que denuncia valientemente la dictadura, y quedándose sin saberlo en la más estéril superficialidad, porque "no es en el argumento donde han de buscarse la intención última y la originalidad de una obra de arte".
No es frecuente, no, oír diagnósticos tan certeros y, al mismo tiempo, tan sencillos, no sólo sobre la obra de arte, sino sobre nuestro mundo, "un mundo que parece haber eliminado de una vez para siempre el aspecto moral de todas las cuestiones". Una pena, que a Ayala le quede ya tan poco tiempo entre nosotros.
Nota redactada en febrero de 2001. (Y, para desmentirme, Ayala sigue aún entre nosotros).