En 1985 Paul Poupard reunió en un volumen las conferencias y los artículos que había venido impartiendo y publicando acerca de este tema que tanto preocupó al Concilio Vaticano II y a los sucesivos papas hasta Juan Pablo II. La secularización de la cultura y el advenimiento de la era global han planteado, conjuntamente, a la Iglesia el reto de la aculturación y la inculturación, neologismos que Poupard utiliza de modo reiterado y que estima nada superfluos.
Pensamiento fundamental a lo largo de estas páginas es que la fe no puede subsistir sin hacerse cultura, pero la fe es superior a la cultura. Lo mismo puede decirse de la moral: a este respecto, Poupard cita una frase de Jan Potocka: "no es el hombre quien la define [la moral], sino que es la moral la que define al hombre".
A los cristianos de hoy nos toca, sugiere Poupard, hacer de nuevo el papel de "primeros cristianos": "los viejos moldes están gastados y los modelos no aparecen cortados a la medida". Así pues, nos toca repetir lo que Daniel-Rops llamaba "la gesta de la sangre", la epopeya de los primeros. Un cristiano ya no es un miembro de la cristiandad, alguien que se deja llevar por la corriente: "no se trata ya de conformismo social, sino de adhesión voluntaria, muy a menudo contra corriente..." De alguna manera viene en nuestra ayuda ese signo de los tiempos que es el "vértigo de la diversidad". Ser marginal, de algún modo, comunica un aura de prestigio.
Nota redactada en julio de 2003