03 julio 2007

Algunos no llegamos a conocer la vieja FEN,


que no era una rama de Falange sino una asignatura, la Formación del Espíritu Nacional. En el colegio sólo cursé una Educación Cívica que llamábamos Política y que se aprobaba, creo recordar, metiendo rollo en los exámenes. El currículo, como hoy se dice, de la tal FEN me es por ello desconocido. Pienso, con todo, que lo peor que podía tener era su propio nombre, rimbombante donde los haya. Al fin y al cabo, por lo que parece, se trataba de explicar los fundamentos ideológicos e institucionales de aquel Estado. Algo perfectamente normal y que no ha dejado de hacerse después, cuando los escolares han recibido puntual información de lo que significa la democracia y estudiado la Constitución como parte de alguna disciplina, fuese Ciencias Sociales, Ética o Historia, o incluso como materia específica, tal el Ordenamiento constitucional en la antigua FP.

Por eso, me parece una ligereza la habitual comparación entre la FEN y la Educación para la Ciudadanía del PSOE; ligereza atribuible a esa norma no escrita de nuestra democracia que erige el franquismo en canon de la maldad y en punto de referencia inexcusable con el que cotejar todo comportamiento censurable en política. Decía Olegario González, en tercera de ABC, que si la Iglesia no protestó contra la FEN, no es motivo para que no lo haga ahora contra la nueva asignatura. Hay en la frase un matiz que indica que debió haberlo hecho también entonces. Pero tengo más bien la impresión de que si la Iglesia dio su conformidad implícita fue porque la FEN no intentó inmiscuirse en asuntos morales. Fue un adoctrinamiento de carácter meramente político, y tan superficial que, a los siete años de su desaparición, los españoles alzaron al poder al PSOE. La asignatura perpetrada por el actual Gobierno, en cambio, apunta a lo antropológico, propone un cambio radical en la percepción del hombre, en la línea de una ideología de nuevo cuño inventada para satisfacer los caprichos de unos pocos. No digo que eso no se esté haciendo también en la escuela de otros mil modos, y ahí lleva razón don Olegario. Pero eso no es motivo para no plantar cara a una agresión directa como es el engendro educativo de marras.

También en
El Manifiesto.

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