02 julio 2007

Cada vez que decimos adiós


No sé qué es lo que sucede cada vez que decimos adiós. Habría que buscar la letra de la canción de Cole Porter para saberlo. Pero con ese título construye Carlos Pujol esta parodia del relato policíaco clásico. Conforme avanza el texto nos damos cuenta de que difícilmente tendrá un desenlace serio el cúmulo de misteriosos asesinatos que se van sucediendo. De las novelas a lo Agatha Christie se queda Pujol con lo que más se aviene a su talante como autor: la elegancia de los comportamientos y la fina gracia de los diálogos. La acción tiene lugar en Escocia y, aunque el protagonista es español, es este quien acapara mayormente la flema británica y el humor. Como contraste, algunos escoceses son muestra de vulgaridad y mal gusto.

En su conjunto, Cada vez que decimos adiós me parece una buena muestra de ese relato posmoderno donde se toman a la ligera las cosas tradicionalmente serias. Hay una manera cristiana de hacerlo, por supuesto, y yo diría que la más auténtica: la de quien sitúa las tempestades en su justo punto porque sabe quién gobierna la barca. Digo esto porque, conociendo cómo Pujol se halla en la misma fe que Bernanos o Mauriac, sus modos de hacer literatura son tan diversos como las modas de cada tiempo. Es posible cristianizar tanto a Esquilo como a Aristófanes.


Nota redactada en diciembre de 2006.

__