Tierra de hombres es, ante todo, una narración optimista. En una época de hundimiento moral y de devaluación del ser humano como fue el siglo XX, Saint-Exupéry trae una inyección de confianza en las posibilidades del hombre. En él, la guerra puede ser no sólo la prueba de nuestro fracaso como especie, sino, bien al contrario, un espacio de superación. De hecho, el título parece inspirado por lo que dice uno de los camaradas del autor, en trance de sobrevivir en el medio inhóspito donde le había tirado su avión: “lo que yo he hecho, te lo juro, jamás lo habría hecho ningún animal”. Es como una nueva teoría del heroísmo, o de la caballería, donde el caballo viene a ser sustituido por el avión. La máquina adquiere aquí, en efecto, rasgos de compañero fiel y de armadura al mismo tiempo.
A quien puede decepcionar el libro es a quien busque una novela. Estamos ante una colección de recuerdos personales del autor, entreverados con sus reflexiones. Es muy importante también el homenaje a los compañeros: alguno de los capítulos está redactado en segunda persona, evocando el comportamiento heroico del camarada Guillaumet, en concreto. Y podríamos destacar el relato impresionante de la travesía a pie por el desierto de Saint-Exupéry y Prévot, perdidos; un relato alejado de todo patetismo y de todo encarecimiento, hecho con la serenidad de quien sabe que la vida del hombre es milicia.
Nota redactada en agosto de 2005
A quien puede decepcionar el libro es a quien busque una novela. Estamos ante una colección de recuerdos personales del autor, entreverados con sus reflexiones. Es muy importante también el homenaje a los compañeros: alguno de los capítulos está redactado en segunda persona, evocando el comportamiento heroico del camarada Guillaumet, en concreto. Y podríamos destacar el relato impresionante de la travesía a pie por el desierto de Saint-Exupéry y Prévot, perdidos; un relato alejado de todo patetismo y de todo encarecimiento, hecho con la serenidad de quien sabe que la vida del hombre es milicia.
Nota redactada en agosto de 2005
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