23 julio 2007

Literaturas europeas de vanguardia

Para el no iniciado (yo no acabo nunca de iniciarme) resulta sorprendente el ver cómo alguien puede orientarse en la selva vanguardista de principios del XX. Guillermo de Torre lo hacía con soltura, de modo que al parecer era capaz de distinguir lo que era un poema creacionista, uno dadá y uno futurista. Al menos podía historiar todos esos movimientos cuando (1925) aún se hallaban en su apogeo o hacía poco que declinaban.

El esfuerzo es meritorio, no cabe duda. Pero a esta obra hay que ir como quien busca un producto de la época, pues quien quiera saberlo todo de las vanguardias quedará decepcionado, sobre todo por la falta del surrealismo, en mantillas por entonces. Y, sin embargo, la antena de Guillermo de Torre ya captaba la sintonía del nuevo movimiento, y alcanza a dedicarle un apartado, bien que marginal. Sorprende también el escaso espacio dedicado al expresionismo alemán. En cambio, el ismo autóctono, el Ultra, junto con el Creacionismo, de gran arraigo también por aquí, son ampliamente tratados, lo cual es perfectamente legítimo siendo el autor español, claro.

Categoría de arte de vanguardia tiene para Guillermo de Torre el cine, y como tal lo trata en el último capítulo. Y sin embargo se diría que sólo ahora, con el videoarte, está siguiendo el arte de la imagen los derroteros que preveían los vanguardistas de entonces. Cosas que pasan.

Nota redactada en diciembre de 2006.

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