01 junio 2011
La insolación
Martín tiene catorce años y va para militar, como el macho de su padre. Y así es la vida hasta que irrumpen los Corsi, Carlos y Anita. Alegres, alocados, con un punto de crueldad y con un gran sentido de la justicia para con ellos mismos: adolescentes. Y con una virtud: la mirada limpia. Tres veranos junto a ellos producen en Martín "la insolación", es decir, la creencia en la posibilidad de un estado de inocencia adánica, una especie de Imagine, treinta años antes de que se inventara la canción. Pero la mirada sucia no se ha ido y Martín lo descubre de golpe y porrazo, literalmente.
Que estemos en la costa alicantina y en la posguerra española importa poco en esta novela de caracteres. Carmen Laforet acierta al situar en la playa los encuentros entre Martín y los Corsi, como una tierra de nadie a mitad de camino, o, mejor dicho, tan alejada de las estrecheces de la familia de Martín como de la excesiva despreocupación que caracteriza a la de Carlos y Anita: dos mundos incompatibles e igualmente indeseables, pues, si la balanza parece inclinarse durante toda la novela por este último, más simpático desde luego, Martín acabará viendo cómo sus amigos se hacen los suecos en horas inciertas, que diría el otro.
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