09 junio 2011
En penumbra
Brillante debut novelístico, el de este hombre (José Antonio Millán Alba) que a sus cincuenta y tantos ha venido dedicándose con brillantez, a juzgar por sus títulos y por su currículum, a la erudición y a la docencia. El largo monólogo de Luisa aununcia una cosa proustiana, pero junto a la introspección encontramos un buen componente de acción externa, de modo que la narración parece pedir a veces algo de diálogo, que sin embargo se nos niega hasta las últimas páginas. No sé si achacar esto como defecto al autor o considerarlo una ocurrencia con algún sentido que se me escapa.
Dije monólogo, pero lo cierto es que existe un tú en esta novela (un narratario, creo que lo llaman), pues Luisa se desdobla en dos personajes, con un sentido que sólo comprendemos al final, relacionado con una exaltación del amor conyugal que se halla en el fondo de la novela, y en concreto con el viejo topos del "amor constante más allá de la muerte", que diría Quevedo. Como en Ana Karenina, el autor nos presenta aquí un caso de amor logrado frente a otro malogrado, que ocupa, como en la obra de Tolstoi, más espacio quizá que el primero. Tío Raphael y tía Marta no se entendieron, no porque la cosa dejara de funcionar, sino porque desde el principio, sobre todo él, caminaron en dirección opuesta a lo que su matrimonio exigía, es decir, el olvido de sí. No se piense, sin embargo, que estamos ante una obra moralista. Sí que hay, dejadas caer aquí y allá, algunas críticas a vicios o actitudes de nuestro tiempo, de gran agudeza por cierto, pero sin que empañen la índole esencialmente narrativa de la obra.
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