14 junio 2011

Luz de domingo


Ciertas excrecencias malignas de la moral sexual desarrolladas en Europa, y tal vez de modo singular en España, fueron puestas en solfa por Ramón Pérez de Ayala en algunas de sus novelas. Las novelas de Urbano y Simona se dirigen, al parecer, contra el "de esas cosas no se habla". Tigre Juan y El curandero de su honra (una sola novela en realidad, como sabemos) ajustan cuentas con el donjuanismo y con el machismo (el de verdad, no lo que ahora se llama tal), y también con ese concepto exacerbado de la honra que tan bien explotó Calderón y que terminaba banalizando el crimen. Luz de domingo es un relato de cuarenta páginas, segundo de esa trilogía que el autor llamó "Novelas poemáticas de la vida española", y que incide también en la cuestión de la honra. En este caso se dirige contra la crueldad de unas gentes que son incapaces de perdonar a quien no lava con sangre una afrenta sexual, que se equivocan absurdamente de culpable hasta causar la ruina a las propias víctimas. En este sentido, la clave de la obra está en esas palabras de Cástor, a quien sus presuntos enemigos políticos han obligado a contemplar la múltiple violación de su novia, Balbina: "Pero, ¿es que ella está deshonrada? Los deshonrados son ellos". Sabias palabras que no podrán competir, sin embargo, contra la fuerza de lo establecido. Lo tremendo del tema contrasta con el tono distante, sin patetismo, que, fiel al maestro Ortega, Pérez de Ayala imprime al relato, salvando esas geniales imitaciones de romance de ciego que encabezan cada capítulo.

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