No sé si acabo de estar de acuerdo con don José Miguel Ibáñez Langlois cuando dice que los grandes novelistas de nuestra época serían aún más grandes si hubieran tenido ideas más definidas sobre moral y doctrina. Pero sí son ciertas dos cosas: a) me hubiera satisfecho mucho más esta novela si Águeda Soler llega a encontrar, al fin, la fe, el asidero definitivo para su vida, con lo que la novela cobraría, no hay duda, otra dimensión; b) aun sin ese final, la obra confirma a Carmen Martín Gaite como uno de los mejores (si no el mejor) novelistas españoles de nuestro tiempo. Con permiso de Eduardo Mendoza, es posible que Retahílas sea la mejor novela española de los 70. Nubosidad variable reafirmó esta genialidad, aunque en cierto modo no era sino una edición corregida y aumentada de la otra; pero con Lo raro es vivir alcanza cotas difícilmente superables. Uno se queda pasmado ante el alarde de estilo de estos no sé cuántos capítulos (doscientas y pico páginas) de una trama más psicológica que otra cosa. Las obsesiones de Águeda, hija única de una familia rota y personalmente de conducta irregular, nos son narradas con una profusión de imágenes que deslumbran al más pintado, sin que en ningún momento parezca exceso de retórica. "Me gustan las metáforas", dice encima, adornándose.
Nota redactada en abril de 1999
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