La invención es la que hace de sí mismo este personaje, cuando empieza a dudar de su existencia como criatura autónoma, cuando se descubre por azar como personaje de ficción, de otra ficción de Antonio Prieto. La novela no es sino este esfuerzo de Juan (que en Tres pisadas de hombre aparece, por lo visto, como figura secundaria y más bien insignificante) por crearse una personalidad.
Son muchas las referencias que podrían citarse como antecedentes de este planteamiento tan audaz. Niebla y Unamuno es el primero que viene a la cabeza, pero también está Pirandello, claro, recordado por Pere Gimferrer en el prólogo. Y por supuesto, está el Quijote, con su doble nivel de realidad. Y son muchas las interpretaciones que podrían hacerse de esta novela de Prieto, a la que le perjudican quizá todos estos ilustres precedentes, y también el hecho de que plantea más que resuelve: lo que empieza (y se desarrolla) como un alucinante conflicto de realidad/ficción acaba desembocando en una rotura de lanza por el poder del amor y de la literatura. Hay mucho lirismo, como es habitual en el autor, y no es un reproche. Y llama la atención el espacio que Prieto se concede a sí mismo, más bajo la máscara de Juan que bajo la suya propia.
Nota redactada en agosto de 2007
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