La piel es la narración, a medias real y a medias fantástica, de la peripecia militar del propio Curzio Malaparte al mando de unos hombres en la Italia ya pasada a los aliados y enfrentada con los alemanes. Medio fantástica, pero, ¿quién puede decir lo que es fantástico en esas circunstancias donde ves muertes y atrocidades a cada paso y te juegas la vida en cada lance? Suena fantástica la cabalgada de Curzio (que mantiene el nombre en la novela) entre árboles que poco a poco se transforman en judíos crucificados por los nacionalsocialistas, y suena fantástico el episodio del pescado con figura humana que algunos comensales, por eso mismo, se niegan a comer. Pero podría sonarnos a fantástico también aquel grupo de mozos que esperan su fusilamiento con un temple aterrador, entre desplantes que suenan a un nihilismo escalofriante en ellos. Una bajada a los infiernos, sí, como la de Dante, aunque en la tierra, en la propia patria, una patria desaparecida quizá y sustituida por la piel, la piel que hay que salvar de la embestida de todas las furias.
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