Chateaubriand, en El genio del cristianismo, parte III:
El corazón del hombre se asemeja a la esponja del río, que ora bebe unas aguas puras en los días bonancibles, ora se impregna de unas aguas cenagosas cuando el cielo ha removido las corrientes. ¿Tiene acaso la esponja el derecho de decir: Creía que nunca habría tormentas y que nunca el sol se mostraría abrasador?
(En la pagina 433 de la edición de Ciudadela, 2008)